lunes, 10 de marzo de 2008

El aeropuerto

Siempre le quedaba la idea de la falta de tiempo de su lado cuando llegaba al aeropuerto. En cualquiera, no importaba cuál. Juárez en la Ciudad de México, Ezeiza en Buenos Aires, Barajas en Madrid, Schipoll en Amsterdam, Fiumicino en Roma, De Gaulle en Paris. No importaba cuál. La sensación lo invadía como una sombra que asciende lentamente desde los pies hasta la cabeza, lenta pero inexorablemente. La sensación era breve, era siempre un aroma a despedida. Sí, los aeropuertos son las más de las veces un lugar para despedirse.
A veces despedirse es necesario, él lo sabía bien. Despedirse de lo que uno deja atrás, de lo que uno fue en algún instante, de los recuerdos que uno se lleva y que los demás nunca reclaman. El aeropuerto es así. La gente corre y va siempre de prisa con caras de ansiedad, por el retraso, por las despedidas, por los arribos, por lo que vendrá.
De pequeño le encantaba ir al aeropuerto para ver el despegue de los aviones. Le maravillaba ver a los aeroplanos tomar la pista, adquirir velocidad y de repente levantarse. Ver que se elevaba el poder del ingenio humano por los cielos y llevaba a la gente a tierras lejanas, a nuevas historias, seguramente a grandes aventuras. Él quería estar ahí y volar para ir allá, a dónde fuera que volaran esas máquinas.
Ahora estaba sentado nuevamente en la sala de espera de un aeropuerto. Había crecido, había volado, había aprendido a ir por el mundo en un avión. Había crecido creyendo que los aviones lo transportarían al lugar que le correspondería en la vida, a casa. No tenía la certeza aún de haber encontrado ese lugar. Sin embargo, la voz en los altoparlantes del aeropuerto aquella madrugada le recordaba que sí, que siempre lo había tenido. Que Carroll tenía razón al haber escrito: Home is where the heart is.
De repente, el aeropuerto se volvió un lugar para el viaje de las esperanzas. Sólo eso. Pero para él, era más que suficiente.

4 comentarios:

LaClau dijo...

Ya volviste!!!!!!! Nos abandonaste a "nuestra" suerte y sin aeropuerto al que acudir para buscar el vuelo rumbo a la esperanza. Qué desconsideración.
Bienvenido!!!

El R dijo...

Sip, te quiero. Ya retache. A tiempo para bebernos um oporto com voce.
Besitos como Kavafis manda

mArXelLa dijo...

Y tú corazón dónde esta querido R?...No siempre nos esperan del otro lado de la acera, pero esta vez, del otro lado del charco había alguién esperándolo. Un beso

El R dijo...

El corazón está ahí querida Marxella, al lugar al que se vuelve aunque nadie espere. El que espera es el que llega.

Un beso con jetlag